Tropas inglesas y francesas quisieron abrir el paso de casi 100 embarcaciones comerciales destinadas a puertos como Corrientes y Asunción. Bajo la falsa bandera del “libre comercio”, esta acción tenía un fin claramente político: quebrar la trabajosa unidad territorial a la fuerza e instalar la cuña de la dependencia económica.

 

El episodio se dio en el río Paraná, en el tramo llamado “la Vuelta de Obligado”, punto en el que la tecnología invasora tenía mayores dificultades para desplegarse. Las tropas de la Confederación defendieron nuestra soberanía desde varios puntos de la costa, resistiendo en agua y en tierra los embates agresores, a pesar de la considerable desigualdad de fuerzas. El emblema de esta patriada son tres largas cadenas que fueron dispuestas para impedir el paso invasor, decisión que resultó fundamental en el armado de la defensa de la soberanía.

 

Tras una larga jornada de lucha –que implicó para los invasores altísimas pérdidas–, las embarcaciones europeas atravesaron las cadenas y remontaron el Paraná a un imprevisto costo que quedó expresado en los acuerdos que Inglaterra y Francia firmaron unos meses después, reconociendo al Paraná y Uruguay como ríos interiores de la Confederación.

 

El reconocimiento de esta defensa trascendió la filiación rosista, despertando apoyos en referentes diversos, incluso opositores. José de San Martín destacó a Tomás Guido el valor de la acción y su  trascendencia política: “De todos modos los interventores habrán visto por esta muestra que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca”.

 

Nuestra soberanía sigue en juego, sólo han cambiado un poco las formas de agresión y los objetivos tácticos de los invasores. Lo que no debe cambiar es nuestra fortaleza para enfrentar estos ataques, por más monumentales que aparenten ser esas fuerzas ilegítimas.

 

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