De esta Guerra nos llegan, en forma de historias y anécdotas, actos heroicos como muestra del valor con el que muchos argentinos enfrentaron al imperio, pero también conocemos cada vez más hechos infames que muestran cómo se extendió la represión a la guerra, exponiendo aún más la naturaleza asesina de aquella Dictadura.

 

El saldo humano no se cierra en la terrible nómina de 649 argentinos muertos en el conflicto -323 en el hundimiento del Belgrano-, sus secuelas se extienden a los miles de veteranos que las manifiestan en patologías de todo tipo y en los aproximadamente 500 soldados muertos tras el conflicto, muchos de ellos por suicidio. El abismo no parece tener fin, al ver que las autodeterminaciones ya no sólo alcanzan a los veteranos, sino también a sus hijos, como denuncian las organizaciones que los nuclean.

 

Los ecos de la guerra aún resuenan en cada veterano que se siente abandonado, que lleva en la carne las secuelas de Malvinas, pero también en cada nuevo golpe que recibimos como pueblo, incluso a 37 años del conflicto. Cuando salen a la luz nuevas denuncias de torturas a los soldados o violaciones a las mujeres que participaron como enfermeras, cuando los responsables de estos actos pretenden defenderse ante los tribunales aduciendo que Argentina “no tenía jurisdicción sobre las Islas”, en cada recorte que padece el Equipo Argentino de Antropología Forense, ante cada milímetro que la bandera Argentina se aleja de los mástiles isleños.

 

El 2 de abril no sólo es un día para recordar, también lo es para actuar en favor de la memoria, para acercarse a los argentinos que aun padecen las consecuencias de la guerra y para conocer y tener presentes a los que agitan irresponsablemente las políticas militaristas, porque, sabemos,  en estas aventuras los muertos siempre los pone el pueblo.

 

Ayer, hoy y siempre: Malvinas Argentinas.

 

#LaLuchaEnLaCalle #Agmer  

Ver también: Material para el trabajo en el aula sobre Malvinas