“Ser trans es nacer para pelearla: la vida misma se vuelve militancia"

Mañana 28 de junio es el día del Orgullo LGTBIQ . No es un recordatorio cualquiera, ya que se cumplen cincuenta años de esta fecha conmemorativa. Desde La Lucha en la Calle nos contactamos con Silvina Buyutti, primera maestra trans del sistema educativo entrerriano en titularizar su cargo, y la visitamos en la Escuela Nº 102 “17 de agosto” de Aranguren, donde se desempeña como Maestra Orientadora Integradora. Conocimos un poco de su historia y celebramos con ella este aniversario. Orgullosos de ser docentes y de la diversidad que, en todos los aspectos, implica serlo.

 

En la madrugada del 28 de junio de 1969, en el boliche neoyorquino Stonewall Inn, se revivía el clima de época con (otra) redada a homosexuales y lesbianas que buscaban un rato de distensión. La policía se aprestaba (otra vez) a reprimir. Pero algo, alguien, dijo basta. Y, resistencia y atrincheramiento mediante, desató una ola de dignidad que no ha parado de crecer.

 

Cincuenta años desde aquella madrugada. Luchas y logros alfombran un camino que no ha sido un lecho de rosas, pero que no ha detenido su marcha. Y, como docentes, tenemos sobradas muestras de ello. En el mediodía de este jueves conocimos a una maestra que de ponerle el hombro a la vida para salir adelante sabe un montón: Silvina Maureen Buyutti. Es la primera docente entrerriana trans en titularizar en su cargo.

 

“Llegué hace seis años a Aranguren. Antes trabajaba en Villa Paranacito. Tomo este cargo por concurso público y al poco tiempo también me hago cargo por tutela legal de mis cuatro sobrinos. Acá en la escuela todo el trabajo ha sido muy bueno, es un ámbito muy lindo y el ambiente es realmente reconfortante”, nos cuenta Silvina en la charla que mantenemos en la biblioteca de la Escuela Nº 102 “17 de agosto” de Aranguren, localidad del departamento Nogoyá.

 

Profesora de Educación Especial y Maestra Orientadora Integradora, Silvina nos relata que no siente que un día despertó y descubrió que esta orientación en la docencia era su vocación, sino que, reflexionando, se da cuenta que es algo que siempre ha estado cerca en su vida, y que lo vive con naturalidad: “creo que esta opción parte de las vivencias cercanas que he tenido, por familiares, vecinos, amigos que tenían una u otra discapacidad… entonces, es como que me nace del corazón; no es que un día me di cuenta… para mí es la vida misma”.

 

“Durante mi cursada del profesorado yo vestía… unisex, podría decirse. Pero tenía otro nombre, otra identidad. Cuando empecé la docencia, lo mismo. Pero en mayo de 2012, ni bien salió la Ley, al mes nomás ya hice el cambio”, relata con una sonrisa cómplice, que avanzando la anécdota será risa. Una risa alegre. “Fue justo en vacaciones de invierno… ¡no fuera a esperar ella… cambiarse de escuela… no… (rie)!... Terminé las clases con una identidad, avisé a los directivos, todo, hice el cambio y me reincorporé”, relata triunfal y convencida de una decisión que no admitía dilaciones. “A los chicos se les explicó que había una Ley nueva, según la cual la persona, de acuerdo a como se sentía, tenía una identidad y había que respetársela. Que ahora me llamaba Silvina”. Agrega entonces algo que ya hemos escuchado en estos casos y aplicado también a muchos otros: “Los chicos y chicas bien, ningún problema. Tal vez algunos colegas… pero los estudiantes bien”. “Y en lo personal, la verdad que no lo sentí muy grande al salto, porque en mi vida lo viví como un recorrido, como un proceso, una transición paulatina pero sostenida en el tiempo, que llegó cuando tenía que llegar. En lo legal sí, porque son muchos trámites, tiempo, papeles...” narra Silvina, y se despacha con anécdotas burocráticas que en su momento le resultaron eternas pero hoy son motivo de risa.

 

Quita toda sobreactuación a los temas de la charla, pero se pierde, si, al hablar de sus sobrinos: “Tenerlos fue lo que realmente me cambió la vida para siempre. Yo tenía mi historia, soltera, con mi trabajo… y de golpe… hacerme cargo de cuatro chicos, víctimas de femicidio, acompañarlos en las terapias, en sus vivencias, en sus procesos de duelo y de crecimiento a la vez. En ese momento me tomé un año para hacer todo eso de sostener y llevar una familia adelante. Porque armé una familia”, señala con firmeza.  Es obvio que con Silvina uno podrá discutir cualquier cosa, menos eso. Narra acto seguido que los niños hoy tienen 17, 15, 13 y 8 años, que les va muy bien en la escuela… “no se llevan ninguna” dice como al pasar, pero con notorio orgullo. “Ahora, hace unos días, empecé a tramitar la pensión para ellos, que se da a partir de la sanción de la Ley Brisa. Llegaron conmigo sin nada. Nada. Hasta sus perritos habían perdido. Se merecen todo, por eso comencé los trámites, y por eso he peleado siempre para que estén bien. Y lo seguiré haciendo”.

 

La charla se distiende en anécdotas que, suponemos, son la cáscara de un montón de vivencias y luchas que ha llevado Silvina adelante. Ella elige contarnos así las cosas, como que “se fueron dando” y surgen insistencias, audiencias, pedidos, reiteración de pedidos, sorpresas, nuevas luchas… y nos vamos dando cuenta que lo que ella narra como que “se fue dando” es el resultado de la obstinación, el convencimiento y el empeño con el que ha llevado adelante todo en su vida.

 

“Soy una convencida de que uno milita en la vida. Ser trans es ya estar militando, porque todos los días salimos a pelearla, a lucharla. A mucha gente todavía le cuesta mucho, pero para mí es porque no se han despertado, no se han dado cuenta de todo el poder que tenemos hoy en día a través de las leyes que conseguimos. Si uno o una no exige, las leyes no se cumplen.. si uno o una no exige queda relegado/a y abandonado/a. El mensaje es ese: vivir la vida y seguir para adelante. La militancia es importante: acompañar, posicionarse, formar parte de un grupo, eso, si se da, bienvenido sea. Pero yo hablo del quehacer diario: el cómo te presentás y te plantás frente al mundo con lo que sos: para adelante. Siempre”.

 

“Así como me ves acá soy en todos los lugares. En la escuela, en mi casa. Respecto a la militancia partidaria, me han invitado de muchos espacios, y, de hecho, me he sumado. Pero fundamentalmente creo en el hacer: mañana, por ejemplo, nos reunimos en audiencia con el intendente de Nogoyá para presentarle el proyecto del cupo laboral trans”.

 

Silvina quiere mostrarnos el resto de la escuela, el aula de los niños y niñas de jardín, donde también trabaja, y hacia allí vamos. Con los pequeños conversa y  ríe. En la escuela es una más de un grupo de docentes que le pone el hombro a la escuela como si de su propia casa se tratara, y eso es algo que se puede ver. Algunas veces hace dedo para llegar a las clases, participa de la organización de rifas para comprar mapas de Entre Ríos… rema la Escuela Pública como todos.

 

“Así que… dentro de todo, soy feliz” dice Silvina antes de que apaguemos el grabador.

Vinimos a Aranguren a preguntarle qué era para ella el 28 de junio, qué era el orgullo, qué era vivirlo desde la docencia. Con esa respuesta, no hay mucho más para agregar.

 

Orgullosamente trans. Orgullosamente Silvina. Orgullosamente docentes.

 

 

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LGBTIQ es una sigla que representa las luchas y demandas de diversos grupos sociales (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Travestis, Trans, Intersex y Queers). Un término dinámico que se configuró y se continúa configurando en el devenir histórico y social. Compartimos el link de nuestra nota “LGBTIQ: una construcción política” donde desglosamos cada sigla, definiéndolas. 


Para ampliar conocimientos sobre la Ley Brisa, compartimos el link de nuestra nota en la que abordamos la sanción de la misma: “Femicidio ¿y después? Sanción de la Ley Brisa”


 

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